A veces hay que
desprenderse del equipaje, y como una pluma, dejarse
llevar por el viento. Como decía
el poeta González Tuñón, “para que a cada paso, un paisaje, una emoción o una
contrariedad nos reconcilien con la vida pequeña, y su muerte pequeña”. Para
que un día nos queden unos cuantos recuerdos, para poder decir “estuve en tal
recodo”, para poder decir “estuve en tal pasión”, para poder decir “estuve en
tal pueblo fantasma, en tal amistad, haciendo tal cosa”. Para poder decir “yo
estuve ahí”. Para poder hacer todo eso, es necesario no temerle a partir, ni a
volver. Porque estamos en una encrucijada de caminos que parten y que
vuelven, si no sabemos hacia dónde ir, hay que dejarse llevar
por el viento.
El viento lleva, y a la vez trae. El viento nos puede llevar a lugares insospechados. Flotando en el aire, están todas las preguntas y todas las respuestas. Y flotando en el viento, iremos a donde debamos ir.
El viento lleva, y a la vez trae. El viento nos puede llevar a lugares insospechados. Flotando en el aire, están todas las preguntas y todas las respuestas. Y flotando en el viento, iremos a donde debamos ir.
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